Presta siempre atención
En el momento que me dispongo a escribir esta historia, llevo varios años trabajando en lo que considero mi verdadero propósito. Tuvieron que suceder todo un cúmulo de experiencias más o menos afortunadas para llegar a este descubrimiento.
En realidad, no será una historia de superación como tal, pero si es una historia para hacer ver al lector que la vida es un aprendizaje continuo.
Si quieres saber las miles de vueltas que di y las innumerables experiencias que la vida me regaló hasta llegar a este punto, te invito a leer mi libro “Empieza de nuevo….otra vez”.
Como digo, en este momento te quiero regalar unas reflexiones sobre una experiencia que en cierto momento hizo que me diera cuenta que la autoconfianza, el amor propio y el respeto a uno mismo es un trabajo diario.
No se trata solamente de saber que ya lo has conseguido, sino de aplicarlo y reafirmante en ello día a día.
Había aceptado una oferta para desarrollar unos proyectos que despertaban mucho mi inquietud profesional. Nunca antes lo había hecho y lo consideré una oportunidad de seguir desarrollándome, ampliar horizontes y crear sinergias nuevas que me podrían abrir muchas puertas.
Lo que menos esperaba era pagar tan caro este aprendizaje. Aunque en este momento estoy muy agradecida por todo lo que pasó durante este proyecto, de no haber sido por la excesiva confianza en la buena fe de los involucrados y la escasa confianza en mi y en mis capacidades, tengo que reconocer que fue una de las mejores lecciones que pude haber recibido en mi vida.
Si tuviera que poner un nombre a esta experiencia, este sería: “Nunca bajes la guardia”. No me refiero a que tengamos que considerar la vida como una lucha, me refiero a que nunca deberíamos dejar que el ego y el orgullo tomen las decisiones por nosotros. Debemos ser siempre fieles a nuestra esencia y a nuestro SER.
Cuando digo que tuve excesiva confianza en los involucrados, me refiero a dos cosas. Por un lado, al valor que la organización que me ofreció la colaboración le daba a mi trabajo y por otro lado pensar que la experiencia de los demás participantes en este tipo de proyectos era directamente proporcional a los conocimientos y localidad humana que tenían.
A lo mejor te preguntas ¿qué tiene que ver esto con mi propia confianza y con ser fiel a mi esencia?
Tiene mucho que ver y como te podrás dar cuenta, la causa principal de ello fue mi sistema de creencias en torno a la situación.
Para empezar, creí que al no tener experiencia, mi trabajo tenía un valor menor. Esto le dio pie a la organización que me contrataba a pagar mucho menos de lo que debería haber pagado por ello, obviamente con mi consentimiento.
No es una queja, a estas alturas ni siquiera tendría sentido y además sería como echar balones fuera y negar mi propia responsabilidad.
Simplemente es una reflexión sobre una decisión mal tomada por no haber sabido hacer las preguntas correctas para decidir yo misma el valor de ese trabajo. Dejé el control de mi vida en este momento en mano de otra personas.
Teniendo en cuenta que en mis formaciones siempre hago mucho hincapié en este aspecto, es bastante sorprendente que no fuera capaz de aplicarlo en este momento. Con esto quiero resaltar el hecho de que es muy fácil tropezar en cosas como estas, cuando la ilusión por conseguir algo no nos deja pensar con claridad.
Una vez que aceptas que otros tomen decisiones por ti, es más difícil volver a ganar el terreno perdido en la negociación.
La siguiente batalla perdida fue consentir un trato bastante cuestionable por parte de algunos de los demás participantes en el proyecto, por asumir una responsabilidad que no me correspondía. Por alguna razón tuve la sensación que si les llevaba la contraria o simplemente exigía educación y respeto por su parte, eso podría deteriorar las relaciones con la empresa que yo colaboraba.
Obviamente no quería asumir esa responsabilidad, pero en este caso, de nuevo, mi proceso de razonamiento estaba mal enfocado. Nunca nadie te va a respetar mas de lo que tu mismo te respetas. No pienses que esto es nuevo, esta es otra frase que uso hasta la saciedad en mis formaciones y sesiones grupales o individuales. ¿Y qué pasó? Pues, que en este caso tampoco fui coherente con lo que siempre predico.
Uno no puede permitir que se le trate sin educación por consideraciones hacía otra parte. Esto me ayudó a recordar que la persona más importante de mi vida soy yo.
Paso casi un año hasta que me di la oportunidad de pararme y reflexionar sobre lo que estaba pasando, hasta que tomé la decisión de recobrar la coherencia con mi SER y reconectar con mi amor propio.
Lo más difícil fue perdonarme por haber consentido que pasara todo aquello, pero cuando lo hice me sentí liberada.
Me prometí a mi misma dar un cambio radical a todo aquello y fue lo que hice, a pesar del miedo que sentía por si volvía a equivocarme. Ese es uno de los miedos que siempre nos va a acompañar, pero te puedo contar como yo hago para sobreponerme a ello.
En mi caso, la sensación fisiológica que siento cuando tengo ese miedo es como de temblor interno y mariposas en el estomago. Es prácticamente la misma sensación que tengo cuando alguna cosa me hace especial ilusión y me provoca una gran alegría.
Entonces, ¿porqué no pensar que, en vez de miedo, lo que siento es una alegría tremenda por honrarme a mi misma y ser fiel a mi esencia? Y como los pensamientos si los podemos controlar, creo voluntariamente una tela de pensamientos positivos que sostienen esa creencia y me dan la fuerza de hacerme cargo y responsable de mis decisiones y enfocarme en la parte positiva de lo que está pasando.
A lo mejor ahora te preguntas qué pasó cuando me di cuenta de todo eso.
Pasó una sola cosa que lo cambió todo: ¡Me puse de pie! Esta es mi frase que incluye todo lo que aprendí: confiar en mi misma, en mi valor y el de mis conocimientos es decisión mía. Soy la persona más importante de mi vida y me quiero más que a nadie, soy coherente con mi esencia y gestiono el ego quitándole poder de manera consciente.
Todo eso hizo que terminara la colaboración con esa empresa y seguir desarrollando ese tipo de proyectos, ampliando mi red de colaboradores.
El valor de cada proyecto y el precio de mi trabajo lo decido YO y aún nadie lo ha rechazado.
Sigo teniendo esa sensación que te comentaba antes y te puedo asegurar que es por la ilusión tremenda y mi reconocimiento hacía mi misma.