El rol de padre no nos llega con un libro de instrucciones y el de hijos tampoco. Aunque los padres y los hijos hagan lo posible para tener una buena relación, a veces es inevitable que aparezcan conflictos. Por un lado, los padres luchan entre darles la suficiente libertad y protegerlos (a veces en exceso) de las experiencias desagradables. Por otro lado, los hijos (preadolescentes y adolescentes) mantienen su propia lucha, divididos entre la necesidad natural de experimentar la vida y conocerse a si mismos y el deseo de no decepcionar a los padres.

En todo este proceso, cada parte tiene su aprendizaje y por supuesto que intentan hacerlo lo mejor posible.

Nuestro papel es de ayudarlos a ser más empáticos y más asertivos a la hora de comunicarse. Trabajamos con los padres para que se den cuenta que los hijos son personas independientes que necesitan de las experiencias para transformarse en adultos funcionales emocionalmente, respetar sus decisiones y no caer en la trampa del juicio y la culpa.